La raíz – Volver al cuerpo para sentirse sostenido
La Raiz
«El Punto Azul»® nos recuerda que la calma empieza cuando sentimos que tenemos un lugar propio en el día. No es algo que ocurra fuera, sino en esa sensación íntima de estar sostenidos por nosotros mismos, incluso en medio del movimiento. En un mundo donde la mente va siempre por delante, volver a esa raíz es una forma de reencontrar lo esencial.
Cuando el cuerpo sirve de punto de apoyo
A lo largo de la jornada, solemos pasar por encima de señales simples: cómo nos sostenemos, cómo respiramos, cómo habitamos nuestro propio peso. Y, sin embargo, muchas veces son esos gestos discretos los que permiten que el día no nos arrastre del todo. Cuando perdemos esa referencia —por cansancio, tensión o exceso de exigencia— todo parece tambalearse más de lo que debería.
«El Punto Azul»® invita a recuperar ese contacto básico con uno mismo: sentir el propio lugar, aflojar un poco la presión interna y dejar que el cuerpo haga su parte sin necesidad de empujarlo. No se trata de anclarse, sino de encontrar una forma más amable de sostenerse.
Cuando estar en uno mismo trae claridad
Sentirse apoyado no es solo una cuestión física. Hay momentos en los que, al recuperar cierta estabilidad, también se ordenan sensaciones, emociones y pensamientos. Es como si todo se acomodara un poco, sin esfuerzo y sin grandes explicaciones. Desde ahí, reaccionamos menos, escuchamos más y el día deja de sentirse tan cuesta arriba.
Raíz no es peso, es pertenencia
En «El Punto Azul»®, la idea de raíz tiene más que ver con sentirse en casa dentro del propio cuerpo que con mantenerse firme. Es la sensación de tener un sitio desde el que mirar, responder y avanzar sin prisa. Una forma de seguridad que no depende del entorno, sino de cómo nos tratamos por dentro.
Esa raíz abre espacio para el descanso, para la claridad y para un modo de actuar menos tenso. No empuja: sostiene.
La raíz como primer gesto de calma
Cuando recuperamos esta sensación básica de pertenencia, algo se suaviza. Desde ahí, el día se vuelve más transitable, y uno puede volver a crecer sin tener que endurecerse por dentro.
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